Involucrar a los hombres no es cuestión de culparlos, sino de responsabilidad y posibilidades – Edwick Madzimure, WILPF Zimbabue
«Conoce a un miembro» es una sección habitual del boletín informativo de la Alianza MenEngage. En esta edición, hablamos con Edwick Madzimure (ella), directora fundadora de WILPF Zimbabue.
Háblenos un poco de usted y de su trayectoria en este trabajo.
Mi pasión por la igualdad de género se basa en mi experiencia personal. Al crecer en zonas rurales y comunidades mineras, fui testigo directo de las desigualdades de género profundamente arraigadas que limitaban las oportunidades de las mujeres y las niñas. Estos entornos, a menudo marcados por la pobreza, la violencia y las normas sociales perjudiciales, me hicieron comprender la urgente necesidad de crear comunidades en las que las mujeres y las niñas puedan prosperar de verdad.
Con el tiempo, me di cuenta de que, aunque empoderar a las mujeres y las niñas es esencial, no basta por sí solo para lograr un cambio significativo y duradero. La verdadera transformación requiere involucrar a los hombres y los niños en la conversación, cuestionar las masculinidades perjudiciales, cambiar las actitudes y fomentar la responsabilidad compartida en la promoción de la justicia de género. Esta comprensión me llevó a centrarme en programas de transformación de género que abordan las causas profundas de la desigualdad trabajando con todos los miembros de la comunidad.

¿En qué trabaja su organización?
WILPF Zimbabue es una sección nacional de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad. Como WILPF Zimbabue, somos una organización feminista de construcción de la paz que trabaja para promover la igualdad de género, la paz y la justicia social. Nuestro trabajo implica involucrar activamente a los hombres y niños de las comunidades mineras para promover masculinidades positivas y desafiar las normas de género perjudiciales. Estas comunidades suelen caracterizarse por altos niveles de violencia, abusos y discriminación contra mujeres y niñas. Además, la pobreza y las infraestructuras inadecuadas contribuyen a elevar las tasas de abandono escolar, especialmente entre las niñas.
Recientemente celebramos sesiones de la campaña MenCare en Tigerreef, en las que 72 miembros de la comunidad participaron en diálogos sobre paternidad positiva, comportamientos saludables y prevención de la violencia. Las sesiones ayudaron a la comunidad a abordar asuntos como el abuso de drogas, la salud sexual y el acceso a servicios como el tratamiento de las infecciones de transmisión sexual y las pruebas de detección del cáncer de cuello uterino.

¿De dónde saca fuerzas para su activismo?
Me inspira la resistencia de las mujeres, las niñas y las comunidades marginadas que siguen luchando contra los sistemas de opresión, a menudo con muy poco apoyo, y aún así consiguen liderar con fuerza y compasión. Sus historias son un recordatorio constante de que la justicia no es una teoría; se vive, se lucha por ella y se necesita urgentemente.
¿Qué le motiva en su trabajo?
Me motivan las transformaciones que presencio en los diálogos comunitarios en los que hombres y niños empiezan a reflexionar sobre sus papeles, desaprenden comportamientos perjudiciales y eligen mostrarse como aliados. Esos momentos de despertar en los que alguien elige la empatía sobre el ego, la rendición de cuentas sobre el silencio, son poderosos. Son recordatorios de que comprometer a los hombres no consiste en culparlos, sino en responsabilizarlos y darles posibilidades.
He aprendido que los pequeños cambios importan. Ya sea un hombre que da el primer paso para cuestionar normas perjudiciales, una mujer que habla por primera vez en una reunión comunitaria o un joven que ve nuevas posibilidades para sí mismo, estos momentos son la semilla de la transformación.

¿En qué está pensando estos días en relación con el trabajo de transformación de género con hombres y niños?
He estado pensando en la profundidad del trabajo de transformación de género con hombres y niños y en lo crucial que es que vayamos más allá del compromiso superficial. No basta con concientizar, tenemos que apoyar cambios reales de identidad, comportamiento y poder. Y eso requiere tiempo, confianza y la voluntad de soportar la incomodidad.
Otra cosa que sostengo es la necesidad de que este trabajo tenga raíces locales y sea culturalmente relevante. Las normas de género no existen en el vacío, están determinadas por la raza, la clase, la religión, las historias coloniales y las dinámicas de poder locales. Así que las estrategias que utilicemos tienen que basarse en el contexto y estar dirigidas por las propias comunidades.
Y por último, pienso en el cuidado. En un mundo en el que el patriarcado enseña a los niños a desconectarse de las emociones y en el que muchos hombres arrastran traumas que nunca se les ha enseñado a nombrar, ¿cómo integramos la curación en este trabajo? ¿Cómo mantenemos ambas/os, el desafío y la compasión, llamando a los hombres a participar, al tiempo que denunciamos el daño?

¿Cómo ha apoyado tu trabajo formar parte de la Alianza MenEngage?
Formar parte de la Alianza MenEngage ha tenido un impacto significativo en nuestro trabajo en WILPF Zimbabue, en particular mediante la creación de oportunidades para la abogacía política conjunta y la colaboración con organizaciones afines a nivel nacional. Un ejemplo práctico es nuestro compromiso colectivo con el gobierno, donde abogamos por el desarrollo de una Estrategia Nacional de Participación de los Hombres. Gracias a la alianza, pudimos presentar una voz unificada y una propuesta sólida y coordinada.
Este tipo de colaboración es poderosa. Al trabajar juntos, podemos amplificar nuestras voces, presentar demandas comunes y aumentar nuestra influencia en los espacios políticos a los que a menudo es difícil acceder individualmente. También nos permite utilizar los recursos disponibles de forma más eficaz: hemos sido coanfitriones de actos, hemos compartido conocimientos especializados o hemos reforzado la divulgación en distintas comunidades.
La alianza crea un espacio de aprendizaje y solidaridad en el que podemos intercambiar estrategias, adquirir conocimientos colectivos y apoyarnos mutuamente en la lucha por una sociedad pacífica y justa desde el punto de vista del género. Para nosotras, no es sólo una red: es una plataforma de acción e impacto.
¿Qué le da esperanza?
Lo que me da esperanza es la creciente concienciación y el movimiento a través de generaciones y fronteras: activistas, educadores, trabajadores comunitarios y gente corriente, todos comprometidos con el desmantelamiento del patriarcado y la construcción de algo mejor en su lugar. Es lento, es duro y a veces parece que vamos contracorriente. Pero cada pequeño cambio de conciencia, cada comunidad que empieza a mantener conversaciones diferentes, cada política que centra la atención en la equidad, marca la diferencia.
¿Hay algún recurso que haya creado o ayudado a desarrollar que le gustaría compartir con otras personas del sector?
Sí, unos cuantos. Nuestro reciente informe, Confronting militarised masculinities, explora las causas profundas y las manifestaciones de las masculinidades violentas y las desigualdades de género en el sector de la producción de oro y ofrece recomendaciones sobre cómo puede transformarse el sector minero de Zimbabue a través de un prisma de paz feminista. También he elaborado un informe de investigación sobre «Cómo el militarismo ha empobrecido el continente africano, situándolo en el epicentro de la crisis climática «, que explora las múltiples formas en que el conflicto, el militarismo y la crisis climática están entrelazados en el continente africano.
¿Puede compartir algo que le haya inspirado o conmovido últimamente?
Un trabajo al que siempre vuelvo es la investigación y campaña «The Man Box« de Equimundo y sus socios. No solo por los datos que reveló, sino por cómo dio un lenguaje a las presiones invisibles a las que se ven sometidos los niños y los hombres y cómo esas presiones perjudican a todos, incluidos ellos mismos. Cambió la forma de hablar de las masculinidades de una manera accesible, emotiva y globalmente relevante.
Lo que últimamente ha cautivado mi imaginación es el poder de la narración para abrir nuevas formas de ver el género, el poder y la transformación. Hay algo increíblemente conmovedor en la forma en que la expresión creativa puede traspasar las defensas y llegar al corazón de las personas de un modo que las estadísticas o las políticas a veces no pueden.
Me ha conmovido profundamente la poesía de personas como Alok Vaid-Menon. Su obra desafía los rígidos binarios de género e invita a una comprensión más amplia y humanizadora de la identidad y la encarnación. La forma en que utilizan el lenguaje es cruda, honesta y tierna. Me recuerda que el trabajo de transformación de género no consiste sólo en cambiar comportamientos, sino también en ampliar la imaginación, ablandar los corazones y fomentar la libertad colectiva.
¿Algún consejo para quienes trabajan para implicar a hombres y niños en la justicia de género?
Creo profundamente que el cambio es posible y que empieza con las relaciones, con escuchar y con conversaciones valientes. Trabajar en comunidades mineras y zonas rurales me ha enseñado que el cambio sostenible no pasa por imponer soluciones, sino por generar confianza, establecer relaciones y comprender las realidades vividas por la gente sobre el terreno. Si hay un consejo que daría a quienes hacen este trabajo, es el siguiente: empiecen por escuchar profundamente, con respeto y sin supuestos.
El trabajo feminista por la paz y la justicia de género no trata sólo de las políticas (estatales o institucionales), sino de la vida cotidiana de las personas y, a menudo, de su supervivencia. En estas comunidades, los asuntos de desigualdad de género están profundamente entrelazados con las dificultades económicas, la degradación medioambiental y el abandono sistémico. Para tener un impacto real, nuestro trabajo tiene que ser interseccional, estar arraigado localmente y basarse en las voces de los más afectados.
Y por último, no hagas este trabajo solo. Encuentra a tus aliados. Trabajar en la construcción de la paz feminista e implicar a hombres y niños puede resultar a veces aislante e incluso agotador, sobre todo cuando se trata de desafiar normas muy arraigadas en contextos rurales y extractivos. Pero la solidaridad es poderosa. Colaborar con otros refuerza nuestro impacto y nos sostiene.
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